Ojalá no escribir aquí sobre ti nunca más

Ocupará un espacio (oscuro) en la memoria.

Tendrá que hacerse un hueco con el resto de gritos,

con los puñales hechos de palabras, 

con las cantimploras a rebosar

de agua salada

e inservible

                 -inservible, inservible


Yo anhelo que me quieras

y me está sobrepasando que me hieras

tanto.


Me digo

en los ratos de lucidez

me digo

que quizá lo que estoy esperando

debería llegar de otro sitio

debería aparecer desde dentro

desde lo propio

desde lo mío

y así no sentiría mis ausencias como ajenas

como tuyas. 


No puedo ya más esperarte,

pero no creas que me he ido.

Yo jamás te abandono, amor, 

siempre estoy sujetando este hilo

del otro lado

aunque ahora estés tan lejos

que no sepa decir con certeza

si tú de aquel otro

lo sujetas de vuelta. 


Quiero darme un paseo muy largo

por otros caminos donde tú no estés

a ver si, finalmente, 

coincido contigo.

Podremos contarnos nuestro viaje y

entonces sí

hablar para escucharnos

querer  escucharnos de nuevo

hasta que nos encuentre el alba

como antaño

como hace no tanto

aunque parezca que hayan ocurrido

cien guerras en un solo día. 





Una aguja como una sospecha

Hay una botella de agua a mi derecha. La etiqueta reza: Mineralización Muy Débil. Está escrito exactamente así: mineralización es muy pequeña, muy finita, casi no se la ve; Muy Débil está en negrita, en color rojo chillón, molesta e inevitable a la vista. La miro de reojo sin parar porque tengo la sensación de que quiere decirme algo. En los segundos pares leo su mensaje acusatorio, me está juzgando. En los segundos impares parece que quiera ayudarme dándome la respuesta a mi pregunta (¿Qué me ocurre?, ¿me ocurre algo siquiera?). 

Debería estar trabajando ahora mismo. Podría estar terminando de trabajar ahora mismo. Pero los jueves tienen una procrastinación meditada, una concesión cuasi unánime para postergar lo obligatorio y dejar espacio para lo que el resto del tiempo simplemente se mantiene a la espera. 


Una puerta

                  la espera, 

La consulta de un médico, 

                  la espera,

Una cerveza en un bar, 

                  la espera, 

Una promesa, 

                  la espera.


Hay algo trágico en mí y siempre lo supe. Su frente sólo reza Muy Débil. Está escrito exactamente así: en negrita, en color rojo sangre, molesta e inevitable a la vista. Ojalá reconociera la letra, pero es una obra de muchos autores -como una antología o como las canciones que se escuchan en la radio. Siento un deseo insidioso de seguir huyendo. Soporto la levedad de la decepción constante porque sé que es culpa mía. Casi siempre. Y digo casi porque en la puerta, en la consulta, en el bar y en la promesa no estoy sola en la espera. Está conmigo ese deseo insidioso de seguir huyendo al que solo doy espacio los jueves. Al lado de mi botella. Al lado de mi sentencia. Esperando: quieta y Muy Débil. 

Oscilante

La tiranía de la costumbre 

nos deja los ojos velados

como si la niebla estuviera

ventanas hacia dentro.


¿Has olvidado todo aquello

que prometiste?


Si Dios existiera

no daría mala memoria

a los traidores.


Hacer el amor contigo

me deja en guerra conmigo

desde hace un tiempo.


¿Tal vez no escuché bien aquello 

que solías decirme?


En aquella ducha llovía demasiado

y los sonidos reverberan en el agua,

ahora en mi memoria cabe la duda

y crece mientras achico el charco.


Has decidido darle a tu miedo

mis medidas corporales,

por eso cuando me tocas, a veces, 

me asusto.


A ti y a mí

nos importas demasiado.

Me gustaría verme más nítida,

pero la niebla no me deja.


Si no confías en mí, 

me rindo.

Mi ánimo oscila mucho menos

que tu criterio.


Ojalá vuelva el sol y veas con claridad

todo lo que ahora ni siquiera estás mirando:

alguien se muere lentamente en esta casa

y cada vez huele peor.


¿Si abrimos las ventanas

se irá la niebla

y entrará la verdad?




Miércoles de Oppenheimer

A veces eres un tirano. 

Y ya sé que yo soy un flan a punto de llover, pero no hablábamos de mí.

A veces eres un tirano

y eres cruel. 

O quizá debería decir que a veces eres medio tirano y medio cruel. 

Y digo medio porque es a veces, pero siempre de perfil, sin mirarme, así que realmente no sé si el otro lado de tu cara, el que no me das, está exactamente igual que el que veo o totalmente en desacuerdo. 

Tengo esa media cara grabada en toda mi memoria, hasta en los sitios donde nunca has estado. 

Debe ser por la onda expansiva: 

lo de lanzar bombas es muy de tiranos. 

Por qué las cebollas son amargas

Hoy me he masturbado pensando en mis ex:

en todos.




Me he dejado llevar por la memoria

a cada orgasmo

que llevó mi nombre.



He sentido

su placer,

su dolor,

su daño, 

su culpa, 

su mano

en mi cuello

sosteniéndome

sujetándome

como si por un segundo

incluso menos

mucho menos de un segundo

supieran

todos ellos

que me iría

o me echarían.



"Correrse no es huir,

sino que da gusto quedarse"

Dijo uno

que me echó.



"Ojalá hacer esto

todos los das de mi vida"

Dijo uno

del que huí.



Los demás dijeron cosas

que ya no importan.



La gente habla mucho durante el sexo,

pero yo procuro quedarme callada:

es la única forma de jugar

a adivinar

quién se va

y quién se queda. 








En un código binario: el 2

Me jode mucho el puto click. Cuando creo que he arreglado el fallo del circuito, saltan de nuevo los plomos. Se me acelera el corazón, se me hunde el esternón, mi estómago se come a mis pulmones y regresa la sensación de estar cayéndome. 

Son todas razones ridículas. 

De verdad, absolutamente patéticas.

Y se lo digo, en serio. Me las pongo delante y les digo: "Sois patéticas". Y las muy putas me miran, sonríen y se callan, como si quisieran decirme: "Nosotras no: tú". 

Y otras que es un agujero

El corazón se rompe cientos de veces,

pero nunca por el mismo lado. 

A veces pienso 

que el corazón es redondo. 

Agárrame las piernas que me estoy marchando

Remover el café con las tijeras

porque hay objetos que tienen más de un uso

y hay recuerdos que usamos constantemente. 


Una casa para dos y el miedo,

dos casas para dos y el miedo, 

mudarse a la nada y allí

el miedo

sobre el mar 

                   inmenso

y las rocas

el miedo 

en la sal

en la piel

en el alma

                 inmensa

el miedo

en el café

en las tijeras

en el sorbo

en la saliva

en la sangre

en la lágrima

                  minúscula

el miedo 

inmenso. 



Alba tenía razón.

 Siempre te llevas un poco de mi paz

cuando te vas.

Tu espalda alejándose

es a mi lágrima

una puerta que nunca sabe

cerrarse del todo. 


Tu olor me da la bienvenida

a una casa que ya no existe, 

a un hogar que ya no es mío. 


Estoy sentada en la misma estación

donde un día esperaba tu regreso

y tus palabras, a lo lejos, 

son el único sonido

que se escucha en el espacio,

gracias a mi amor, que les da aire, 

porque te quise en todo él

y en todas partes,

incluso en esta

despedida. 

Adiós, Madrid, adiós, adiós mil veces

 ¿Cómo celebrar la felicidad

cuando la felicidad acaba?


¿No hay acaso tristeza en la nostalgia?

¿No se mira al pasado siempre

con los ojos acuosos, 

la frente arrugada

y las manos tensas?

                               Como el que ha olvidado qué apretaba

                               o para qué. 

La mente intenta regresar

a un lugar que ya solo existe en ella;

es desolador

como el que quiere mirarse 

hacia dentro

en un espejo. 


Hay que dar las gracias 

por lo vivido

y resistirse al gemido

de que haya muerto. 


Hay que dar las gracias

y despedirse

poco a poco

de aquella fiesta de bienvenida (constante). 


Todos los años cumplimos años, 

pero no todos los años cumplen.

Hasta el tiempo falla

a sus promesas. 

Ya no están las rosas

Pocas veces me permito recordarte rodeado de magia (ya sabes, que nunca engaña, pero miente). 

Tuve que repetirlo muchas veces delante del espejo: 

                                                                               el amor no debería doler. 

Tuve que sacarte del guión para poder seguir queriéndote

                                                                               (lejos y en silencio, como a los muertos).

Supongo que hay libros que no leeré nunca y otros que desearía no haber leído, y supongo que jamás he sabido cuándo sería ese día en el que te colocaría en el filo de un poema, te empujaría suavemente y no volvería a escribirte nunca más. 

Hace una hora he pasado por el muro ya sin rosas donde te saqué la primera foto y he entendido que ese día no era hoy.

Si te encontrara en los libros te arrancaría, pero la memoria no entiende de redenciones y el olvido no hace ruido. 

Pareces tan irreal que he llegado a dudar si de verdad en algún momento esas rosas estuvieron ahí. 

Si yo estuve allí. 

Tú no, 

claro, 

tú no estuviste nunca. 

Todos los días son 6.

Al cantar en el coche

golpecitos en el volante

y un buen humor

de aguacero de verano.


Había liturgia en tu mano,

que ya he mencionado miles de veces

era áspera y pueblo y trigo y esa cicatriz

con la radial que casi te la arranca,

tu mano haciéndole caricias a la mía

que no se destensaba del todo nunca,

pero se permitía echarse una pequeña cabezada

acunada por tu voz inventándose el inglés;

tu mirada tan joven por un instante,

como la que tenías el día en que nací

y que yo no recuerdo.


Cuando no cantabas

el coche era una piscina

y yo contenía la respiración

durante horas.


Llorar en silencio

da dolor de garganta

y llegábamos de noche

tan cansados de nadar

que la cena sólo era un trámite,

no había canciones

más que el telediario

diciendo que mañana llovería,

mamá no preguntaba,

porque para qué

si veía mi ropa mojada

y tu ceño fruncido.


Entre el coche

y la parada de metro 

en la que nos despedimos

sin conocer el para siempre

he tirado a la basura

muchos calendarios

y es curioso que bajáramos

las escaleras de Ópera

y ahí se parara el tiempo:

ahí y no 

cada vez que al cantar en el coche

golpecitos en el volante

y un buen humor

de aguacero de verano.

Luchando por salir de lo oscuro

El primer paso de una mudanza es guardar los libros. Escribo esto con una estantería desnuda a la que doy la espalda solo para que no me llene la frente de vacío. A continuación hay que quitar las fotos, pero dejar el polvo: las cenizas o se guardan o se tiran. Una vez realizados estos dos pasos, una se puede sentar a fumarse las uñas y los años a la misma velocidad a la que pasan estos últimos. Después de un cigarro,  otro cigarro. Es preciso hacerlo en silencio, porque fumar después de guardar los libros y las fotos tiene la solemnidad de un funeral y el miedo de una sala de espera. Después de los años, los daños. Y gritan como se grita en los partos, pero a la inversa, porque dar a luz al olvido tiene la tristeza de la vejez y el alivio del aterrizaje. 

He terminado el cigarro y he sellado las cajas. Me siento una apátrida a punto de coger un vuelo, pero estoy tranquila porque al no tener tierra sé que estoy más cerca del cielo. Que soy más humo que aire. Que nazco desde las estrellas. Que abandono esta sala de espera y me alejo de los funerales. Que tengo mis libros y mis fotos preparados para despegar y no cojo un avión porque soy las alas. Que decir adiós con dolor es decir adiós con amor. Que el pasado nunca vuelve, pero los recuerdos no se van. Y para ellos no necesito ninguna caja. 

Viva como las mareas

Noto una melodía mirándome de reojo desde el pasado. Sé que la conozco, pero he olvidado la letra. Habla de incendios y de simulacros, crepita contra mi pecho y me dice: recuerda. Pero yo sé que el amor era un puñal clavado en ese punto de la espalda donde las manos nunca llegan. Yo sé, le digo, que mi caída fue un ascenso celestial con la sonrisa del reo. Yo sé que fui un globo que quería ir de paseo al parque, pero cuando la fiesta se acaba y solo queda papel de regalo y migas de tarta sobre los platos, cuando ya no hay gritos y risas, cuando la sorpresa deja paso a la monotonía de los días que no son tu cumpleaños, el globo se abandona o se pisa, se pisa o se abandona, se pisa y se abandona y es difícil saber la diferencia. Tranquila, me digo, tranquila. Yo solo sé correr para huirme. Quedarme me acabó dejando sola con un puñal donde deberían haber estado mis alas. No entiendo cómo puede nacer algo de la decisión de abortar sistemáticamente todo lo que me recordara a ese incendio. No sé qué hacer con la sensación de volver a empezar, de dejar de correr, de aprender a volar. Tranquila, pero

Yo no sé estar tranquila.

No quiero estar tranquila.

Diciembre, diciembre, diciembre

 ¡Qué extenuante el olvido!

El tiempo también debe estar cansado

de pasar,

¿Quién soy yo para pedirle prisa?



Ah, pero


Sigo teniendo en la boca el sabor

De todo lo que no retorna

Y cuando me muerdo la lengua

Se escucha

eso que solo se dice

gritando


y yo no grito.



Me asusta que llegue un día

en el que el tiempo se rinda

antes que yo

y tenga que pararme

a escuchar

eso que solo existe

en el ruido.


¡Qué escandaloso el corazón

cuando se rompe!


Algunos querríamos dormir

para siempre.

¡Ojalá venga alguien a cortarme el brazo!

Que al menos duela en otro sitio

que sepa sangrar en silencio

que sepa en la boca distinto

cuando la muerdo

y pueda gritar al otro

y no al tiempo

y no al tiempo

Y no hay tiempo...

Sustancia

La desnudez no puede

deshacerse.


La ropa no tapa 

los huecos de las balas

de otros, 

no cubre lo que no se toca

                                         [el pasado, el resentimiento,

                                          la virtud que fuimos dejando

                                          de cuerpo en cuerpo, 

                                          el vacío que regresa

                                          cuando el deseo se marcha

                                          en genuflexión.

Aquí yacen las preguntas

que ya no vamos a hacernos

de frente, 

porque el calor es imprudente

y devora 

como si llegara tarde.


Sin embargo, 

cuando cierro la puerta del baño,

siento el frío trepándome cobarde

por la espalda;

me miro la desnudez

y ella me mira

de vuelta, 

como si quisiera poder

deshacerse



de mí.      


Óxido

Un traqueteo constante

de trenes  

             que no he cogido,

de cohetes

             que no celebran,

de uñas 

             sobre la mesa

anuncia

las horas largas,

la duermevela,

la pesadilla,

el pregón de los años

que no conoce buenas nuevas,

           que no me reconoce buena,

           ni nueva,

solo tormentas

y contradicciones, 

cosechas perdidas,

inundaciones

y la ausencia que deja aquel 

que antes de llegar

ya estaba huyendo. 

Si alguna vez obré

con pleitesía

el testigo

fue el silencio,

y ahora me mira

asintiendo

con un sanguinario

"te lo dije". 

Quise llenar de primaveras

con estas manos de invierno

el paraíso

               [rompí lo perfecto

y me permito el lujo

de sorprenderme.

Hasta cuando pido perdón

estoy pidiendo,

hasta cuando abandono la guerra

(te) estoy perdiendo,

hasta cuando me callo

miento

y este lobo que ya no quiere morder

sigue pareciendo hambriento. 

Este lecho es de metal y madera

y todo lo errante sabe a hierro

al final:

sangre, duelo,

un traqueteo constante

de trenes 

             que se acercan,

de cohetes 

             que se queman,

de uñas

             sobre la carne

      muerta

de miedo

sobre mis huesos

que hoy tampoco

se duermen.



I wish you were the one that got away

 

Me he pillado un dedo

intentando abrir tu puerta.

Si la apatía tuviera un aroma

sería el de tu cuello

girándose para no tener que ver

esta mueca de dolor

que atraviesa mi cara

como una grieta en la tierra

que tanto ansiabas conquistar.


Estoy a punto de llorar,

pero no quiero que llueva

sobre el sí-miente.

Me siento como un doctor

verbalizando "metástasis"

frente al espejo.


Quién iba a decir que el éxtasis

traería tantos desencuentros,

tanto tener que desconocernos

por habernos visto de más.


Ya que dejarlo estar

no es una opción,

¿serías tan amable

de dejarme pasar?

Como se pasan las estaciones

en el metro y en los calendarios,

como se pasa el hambre

cuando no se junta

con las ganas de comer,

como se pasan, torpes y erráticas,

las manos por la ropa,

las manos por las manos,

abrazando el dedo que acabo de pillarme

intentando abrir tu puerta 

por última vez.




Un trago largo.

La mancha de café 
y yo 
somos:
la impertinencia, 
la imperfección,
la página donde van a parar 
los errores.

Las cosas impolutas me asustan
porque no quepo en ellas, 
las hago mías, 
las ensucio con mi rúbrica
como si Renoir quisiera firmar
sus equivocaciones:
poseerlas es poseer la vida en sí misma.

Si todo esto fuera mío
nadie dormiría. 

La manche de café
y yo
somos:
el insomnio que empapa las noches,
el problema que no necesita
(di)solución. 

LA mujer.

 ¿Alguna vez

guardarán silencio

los mimos?

Donde habite el olvido,

                                     quizá,

el deseo sí exista,

pero es mudo.

                                     Quizá, 

también,

el desastre natural sean los unos

gritándose a los otros,

que se acumulan junto a todas las velas que soplaste

                                                               por si acaso.

No sé si me entiendo

no sé si te explico:

las respuestas llegaron antes que mis cinco minutos,

pero se escondieron durante años;

la verdad da mucho miedo porque es una puerta

sin pomo

y mi agorafobia sólo tenía 18 inviernos

hasta que llegó tu primavera. 

                                      QUIZÁ

es el nombre del fénix

que nació de las cenizas 

de tu mano;

quería que fueras tú y no otra,

y me escuchó la suerte.


Tengo planeado

sujetarte la chaqueta

hasta que mis huellas dactilares

se impregnen en la tela

dibujando Casiopea

           [aunque espero que sea porque te la estoy poniendo

           para protegerte del frío

           y no porque te estés marchando

           a ese lugar que no crees que exista,

           pero.

Tú sabes que no miento tan bien.

Ya no me pregunto para qué,

sino para quién:

desde luego, para ti,

no pasan los años.

Tú maúllas 32, 

pero yo leo 23,

y me sonrío. 

Cuando llegues hasta 100

y grites "voy"

te prometo que en la siguiente vida

me esconderé detrás del "ven". 






Ello

Si quisieras,

lo harías.

             Yo soy El ejemplo.


¿Es falta de interés o miedo?

Te he visto mirarme,

pero no sé lo que has visto.

¿La carne o el intelecto?

¿El groso de mis labios o la forma en que se ríen?

                                                      [Ahí reside todo

Yo no estoy por tus brazos,

sino por tus abrazos.

Brazos tiene casi todo el mundo.

Ego

Absorbo de los demás la dosis de emoción que sustenta

esta rutina auto-obligada;

es una especie de pacto con todas mis partes.

Necesito el orden para dormir tranquila,

pero sin caos me voy opacando en desidia. 

La rabia es agradable porque me saca de mí misma

y soy enorme. 

Soy una onanista del juego.

Me excita pensar que puedo conseguirte si quiero.

Que te haré dudar.

Que me iré antes de que sepas la respuesta

y me quedaré a vivir contigo en forma de esa duda

clavada;

no,

no como una espina:

como un puñal.

El último acto

 La espera, 

                siempre 

                la espera.

Quizá todas las mujeres de este mundo

somos la reencarnación de Penélope.

Quizá alguien esperaba a Penélope y ella nunca lo supo.

Quiero

Quiero

Quiero un "¿Dónde estás? Quiero verte".

Los minutos pasan y no llega,

seguirán pasando

y la esperanza irá quedándose, 

como siempre, 

sin motivos.

Al final de la función todos nos reímos de ella y,

cuando cae el telón, 

nos quitamos las máscaras y lloramos.